Por Elena Marsal
Hoy 31 de diciembre no sólo despedimos en la Villa un año más o menos calamitoso, o más o menos venturoso, según quién y cómo lo mire. Hoy Bilbao se despide también de unos cuantos emblemáticos pedazos de su historia.
La entrada en vigor de la nueva ley de arrendamientos ha propiciado que un buen puñado de locales comerciales y hosteleros tenga que echar el cierre, por la simple cuestión de que ya no cuadran los números. El fin de las rentas antiguas hace que algunos negocios que se mantenían a duras penas en medio del temporal económico que lleva tiempo sacudiendo al planeta encuentren ya insostenible el pago de los nuevos alquileres.
Uno de los cierres más tristes para mí de este año que acaba es el de la Taberna Taurina de Ledesma. Adiós a los aperitivos del sábado con Vicente de Godos, casi nonagenario, que probablemente jamás soñó que sobreviviría al local que abrió hace más de medio siglo, y que decoró con mimo, dándole el toque de estas clásicas tabernas, con sus más de mil fotografías, su cabeza de toro y ese pringue que acaba por imprimir el tiempo a los locales muy vividos. Y adiós a sus legendarias tortillas, y a escuchar el grito a cocina “¡dos con divisa muy picante!”. De momento se mantiene el interrogante de en qué se va a convertir el viejo local y los cuatro que le acompañan, también desalojados, que ocupan toda esa esquina de Ledesma con Berástegui. Tiemblo sólo de imaginarlo. Otro clásico que se despide es el Kirol de la calle Ercilla, con lágrimas en los ojos, tras más de sesenta años de andadura y dejando la incógnita de una posible reubicación donde podamos seguir degustando su mítica menestra y su merluza frita. Sobre el suelo que deja vacío se comenta que se va a montar una de ésas tiendas franquiciadas (una más) de lencería. Parece que de aquí a poco los bilbainos vamos a poder ser los ciudadanos mejor vestidos por dentro de todo el ancho mundo.
El caso es que, sea por la crisis, por desidia, por la ineptitud de unos u otros, por causas de fuerza mayor, por los malos tiempos que corren o por los que correrán, ya hemos perdido en la Villa de nuestros sinsabores referencias como La Concordia, el Café Boulevard (el más antiguo que quedaba en Bilbao, con casi 140 años de historia, reconvertido hoy en no se sabe muy bien qué, y que ya no conserva ni el nombre), El Perro Chico… y tantas otras que ya estaban aquí cuando algunos de nosotros aún no habíamos nacido.
Esta vez no sé de quién es la culpa; y está claro que el propietario de un local tiene todo el derecho del mundo a intentar sacarle la mayor rentabilidad posible, faltaría más, que para eso es suyo, que el comunismo y yo nunca hemos comulgado juntos; pero en esta ciudad que queremos vender al mundo hay cosas que no podemos permitirnos, y Bilbao de un modo u otro debería implicarse en el rescate.
También hoy, lamentablemente y por el mismo motivo de la nueva ley, cierran numerosos locales históricos en la parte castiza de Madrid, muchos de los cuales seguro que echo en falta la próxima vez que vaya; pero una ciudad como ésa puede darse el lujo de perder unos cuantos establecimientos emblemáticos sin menoscabo de su imagen en conjunto. En cambio el problema de Bilbao es que aquí los lugares que nos quedan con personalidad ya casi se pueden contar con los dedos de una mano.
Entre ese europeísmo que nos han vendido en el que priman la franquicia y el gran centro comercial donde se puede comprar, comer, jugar, ir al cine y echar el día completo sin salir de unos cuantos metros cuadrados, y esta manía del ‘new design’ que hace que muchos locales parezcan fotocopias unos de otros, cada vez tenemos en la Villa más bares, restaurantes y tiendas que lo mismo podrían estar en Estocolmo que en Ginebra, o en la parte nueva de Vitoria. Y ya me contarán qué atractivo y qué gracia tiene eso para nadie.
Pero llevamos años rehaciendo una ciudad más preocupada por salir pulcra y aséptica y guapita de cara en las ‘afotos’, con un tufillo cada vez más penetrante de momia embalsamada, que por conservar el alma y el espíritu.
Los lugares con memoria se van yendo poco a poco y dentro de un tiempo no quedará ninguno de aquéllos sobre los que construimos nuestros recuerdos. Eso sí: el último que cierre la puerta. Y antes que apague la luz. Que, salvo que el 2015 nos dé su permiso, aún no hemos salido de la crisis.
3 Comments
Me parece muy bueno tu análisis, pero hago también una reflexión:
Un poco de autocrítica a los consumidores, que a veces parecen corderillos que solo campan por la Gran Vía, como si no existiera todo ese comercio especializado, en calles cercanas y no tan cercanas. Luego pasa lo que pasa que tod@s van uniformad@s, o comen lo mismo o potean sin conocimiento.
Feliz 2015, que seguro que lo mejor está por llegar.
Perdemos autenticidad, no hay duda.. Lo que le gusta a todo el mundo cuando viaja, sobre todo a una ciudad.. Esperemos que a los nuevos proyectos se les pueda dar un nuevo toque propio de un nuevo bilbao sin q todo sean franquicias.
Gola, llevo leyendo tu blog poquito pero la verdad que me gusta mucho. Totalmente y trsitemente de acuerdo contigo.
No es por darme publicidad, pero en cierta manera me ha recordado a una cosa que he escrito hace poco en internet.:
https://anderdeteibol.wordpress.com/2014/12/22/la-resistencia-gastronomica-la-trattoria-napoletana/
Si lo lees estaria bien cocnocer tu opinion. Un saludo. Ah y feliz año. ;)